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	A farmer carries bananas on his back at Pajaro Verde in Guatemala. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Avanzar mirando al pasado: La agricultura indígena en Guatemala

Cultivar en las zonas rurales de las montañas de Guatemala plantea retos únicos, por lo que los agricultores recurren a una mezcla de prácticas indígenas y nuevos tratamientos experimentales de bioinsumos mezclados con microorganismos. Nathan Einbinder escribe sobre los agricultores que conoció en Guatemala y que están innovando en colaboración con sus comunidades para inculcar resistencia y sostenibilidad a sus parcelas.
 

Nathan Einbinder es profesor e investigador especializado en agroecología y sistemas alimentarios. Desde 2009 trabaja con agricultores y organizaciones indígenas del territorio Maya-Achí de Guatemala, en temas relacionados con el desarrollo comunitario, los conocimientos tradicionales y la salud del suelo, y más recientemente, los insumos biológicos caseros. Esta investigación se llevó a cabo mientras el autor trabajaba en la Universidad de Plymouth.

También publicado en inglés.

Folleto para el ensayo de TABLE “Avanzar mirando al pasado: la agrícultura indígena en Guatemala” de Nathan Einbinder. El fondo es una foto de un agricultor que lleva un racimo de banano en su espalda, foto proporcionada por Nathan Einbinder.

Tras semanas de lluvia constante, la selva está verde, exuberante y el aire está cargado de humedad. Es la última hora de la mañana, las nubes y la niebla hace tiempo que se extinguieron bajo el sol tropical, pero bajo los árboles aún está fresco. Sigo a mis compañeros por un sendero fangoso que se desvanece rápidamente entre lianas y espesos matorrales: hojas de roble y musgo, madera podrida y hongos.

Nos guía Alfredo Cortez, agricultor Maya-Achí y líder de la comunidad, que se abre paso entre la vegetación con su machete. Al llegar a un afloramiento rocoso, se agacha y recoge del suelo del bosque un puñado de materia orgánica oscura.

"Esto es lo que buscamos", dice. "Lo que tenemos que traer de vuelta con nosotros".

Lo sostiene donde yo pueda verlo, señalando las vetas blancas del micelio, el nivel de humedad y descomposición, el olor.

"Lleno de microorganismos", dice, dejándolo caer en su bolsa.

Lleno de microorganismos. Innumerables habitantes del suelo; bacterias, hongos, levaduras, depredadores microscópicos; todos reproduciéndose y muriendo, comiendo y defecando, extrayendo carbono de la atmósfera y formando complejos vínculos con el mundo de arriba.

Tardamos una hora en llenar nuestros sacos, de diez kilos cada uno. Somos tres: Cortez y Feliciano Acuj, también campesino y líder indígena, y yo un académico extranjero y alumno de muchos añosaprendiendo haciendo. 

An agroforestry system at Pajaro Verde in Guatemala that produces coffee and different varieties of fruit. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Un sistema agroforestal en Pájaro Verde (Guatemala) que produce café, fruta y otros cultivos nativos. Foto de Nathan Einbinder.

Nuestro plan para hoy es completar el primer paso en la producción de la 'Madre Líquida', o MMA (Microorganismos de Montaña Activados); un brebaje fermentado que sirve de base para sus insumos biológicos. 

Conocidos como biofertilizantes, bioinoculantes o simplemente bioinsumos, son productos de origen microbiano que se utilizan para nutrir los suelos e impulsar la producción agrícola mediante microorganismos beneficiosos, a menudo suplementados con minerales en forma de polvo de roca o hueso y plantas. Aunque todavía queda mucho por aprender sobre su funcionamientoy en algunos casos se ha demostrado experimentalmenteque los bioinsumos hacen que los nutrientes estén más disponibles para las plantas, además de estimular el crecimiento de las raíces, aumentar la resistencia a las enfermedades y mejorar la germinación de las semillas.

La idea, según el autor e investigador Juanfran López (2022), es transferir el equilibrio y la riqueza de los bosques autóctonos y sanos a los campos, para ayudar a regular, enriquecer y, en última instancia, armonizar la producción orgánica hasta el punto en que los insumos sintéticos ya no sean necesarios, o puedan reducirse en gran medida.

El principal objetivo en el territorio Maya-Achí1, y en otros lugares2, es sustituir los fertilizantes y pesticidas sintéticos, de los que muchos campesinose han hecho dependientes desde su introducción hace cuatro décadas. También se espera que los bioinsumos devuelvan la vida a los suelos gravemente dañados, resultado del uso excesivo de agroquímicos y de las malas prácticas de gestión.

"Con los bioinsumos", dice Cortez, "ofrecemos a los agricultores una alternativa. No nos limitamos a decir 'deja de usar productos químicos' y ya está. Les damos una opción".

Y es una opción más asequible. A medida que el precio de los fertilizantes químicos se dispara3, haciéndose inalcanzable tanto para los agricultores familiares pobres como par los convencionales4, los insumos orgánicos de base microbiana, ya sean caseros, producidos en grupo o comprados localmente, se ofrecen a una fracción del coste.

Pero no se trata sólo de sustituir un insumo por otro. Según Acuj y Cortez, junto con un número creciente de agricultores Maya-Achí con los que hablé, se espera que las nuevas prácticas faciliten una transición más amplia hacia la agroecología: un retorno a una agricultura más autónoma y basada en la naturaleza, como la de sus padres y abuelos, aunque en contextos totalmente diferentes. Estos incluyen retos sin precedentes en torno a la escasez de agua debido al cambio climático, la dependencia de los agroquímicos y otros muchos problemas a los que se enfrentan los pequeños agricultores para defender sus medios de vida5.

Desde el bosque nos devolvemos por un camino de tierra hasta la casa y parcela de Alfredo llamada Pájaro Verde. Lo que hace un poco más que una década era una parcela degradada y en su mayor parte abandonada, Pájaro Verde ha alcanzado un estatus legendario como vitrina agroecológica: un ejemplo claro de lo que es posible en la agricultura diversificada a pequeña escala, en una zona cada vez más propensa a la sequía y el calor excesivo. En los últimos años, he visto cómo se convertía en un centro regional de formación, innovación y recuperación de prácticas ancestrales. También es la sede no oficial de su grupo de desarrollo local, la Asociación de Comités de Producción Comunitaria, o ACPC6.

A blue bucket of "la Madre Liquída" which is fermented to promote the growth of micro-organisms and then added to soil to aid crop growth. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Un tonel azul de "la madre sólida", que se fermenta para favorecer el crecimiento de microorganismos y luego se añade a la tierra para ayudar al crecimiento de los cultivos y prevenir plagas. Foto de Nathan Einbinder.

Llegando primero a sus cafetales—cientos de arbustos cultivados bajo árboles leguminosas, cítricos y otras frutas—nos dirigimos a la biofábrica, en la esquina más alejada de la parcela. La Biofábrica Xesiguan—que lleva el nombre de la aldea y el río que hay debajo—es una de las tres plantas de micro procesamiento que hay en el territorio, y consta de un edificio y un terreno donde se producen bioinsumos, se prueban en los cultivos y se añaden a otros sustratos, como alimento para animales.

Las biofábricas funcionan bajo la lógica de potenciar la autonomía comunitaria e individual de los agricultores. Se trata de que los vecinos trabajen juntos, compartan y cocreen conocimientos y produzcan insumos a bajo coste. También se trata de revalorizar el trabajo de formas distintas a las prescritas en el modelo capitalista—especialmente el trabajo en grupo, una práctica ancestral.

Un creciente número de investigaciones7 demuestran cómo las biofábricas están impulsando el movimiento hacia la recuperación de la soberanía; una recuperación del control sobre todos los aspectos de la producción agrícola, tras décadas de pérdida. Como afirman el investigador Frederic Goulet y sus colegas8, las biofábricas ofrecen un "modelo descentralizado de producción ... la antítesis de todo lo asociado a los insumos químicos", que llegan de fábricas lejanas y son creados por expertos que no ofrecen más que una receta a seguir, con elevados costes financieros y ambientales. 

La biofábrica de Xesiguan es como la mayoría de las que he visto: humilde pero ordenada, con una habitación, techo de láminas y paredes parcialmente abiertas para mantener la circulación del aire. Dentro hay un par de docenas de bidones de 200 litros, muchos de ellos etiquetados con la fecha y el nombre del producto.

"El primer paso para hacer la 'líquida'", dice Alfredo, mientras dejamos caer nuestros sacos al suelo, "es preparar la MM sólida".

Busca a su alrededor un tonel específico y, tras localizarlo, me llama y abre la tapa. Dentro hay un sustrato parecido a una especie de alimento multigrano para animales, de color rojizo y olor dulzón, no muy distinto del ensilado. 

"Con esto—dentro de treinta días, tiempo suficiente para que fermente—podemos hacer la 'líquida', mediante un té".

A training event at Biofabrica Xesiguan. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Un acto de formación en la Biofábrica Xesiguan. Foto de Nathan Einbinder.

Para entonces se nos ha unido Suarlin, el hijo de Alfredo, y otro joven llamado William, ambos estudiantes universitarios y promotores de agroecología para ACPC. Nos traen otros dos sacos de hojarasca recogidos bajo una plantación de bambú: "para añadir una mayor diversidad de microorganismos beneficiosos", me dicen.

Vaciamos las bolsas en una lona en el suelo, formando un gran montón. Todos nos sentamos y empezamos a separar y desmenuzar el material: tiramos los palos más grandes, desmenuzamos las hojas y otras partículas, al tiempo que inspeccionamos de cerca el micelio y los bichos visibles a simple vista. 

La historia de cómo surgió todo esto—de cómo se sembraron las semillas de este proyecto de bioinsumos—comienza hace casi una década, en un viaje que Cortez, Acuj y otros dirigentes de la ACPC hicieron a la vecina Chiapas, México, para visitar una cooperativa de café orgánico. Fue allí donde vieron por primera vez insumos microbianos—tal como están aquí, en barriles bajo un techo de hojalata en una remota aldea maya—y escucharon relatos de primera mano sobre los beneficios que proporcionaban. Entre ellos, el aumento del vigor y de la salud de las plantas, que las hizo resistentes a la Roya, una enfermedad fúngica que prácticamente diezmó la producción de café en Mesoamérica9.

Como observador del viaje, yo también estaba intrigado. Los cafetos parecían sanos y robustos, y apenas se gastaba dinero en satisfacer sus necesidades nutricionales. Todo lo que se necesitaba eran conocimientos y formación, y un poco de inversión en materiales y mano de obra. Eso, y una comunidad agrícola dispuesta a enseñarse unos a otros y a difundir los métodos. 

Recuerdo las animadas conversaciones que mantuvimos durante el viaje de vuelta. Todos estuvimos de acuerdo en que la nueva tecnología era interesante; parecía un poco mágica: quizá demasiado buena para ser verdad. ¿Era realista creer que los mismos bioinsumos podrían transferirse a su región, dados los diferentes contextos y recursos a los que tenían acceso? Una cuestión clave era el apoyo. En México era más factible conseguir subvenciones y asistencias para este tipo de trabajo. ¿Pero en Guatemala? Su experiencia con las agencias de desarrollo y, en particular con el Ministerio de Agricultura (MAGA) fue complicada, y a menudo involucraban programas que ignoraban su experiencia como productores de alimentos y les restaban autonomía10.

Como agroecólogo, yo también era escéptico ante lo que parecía una solución "mágica" a problemas complejos—con consecuencias desconocidas, incluidas nuevas dependencias. Además, ¿funcionaban? Los datos científicos sobre los bioinsumos eran escasos y controvertidos (y siguen siéndolo, a pesar del creciente número de pruebas11). Otras críticas por parte de científicos y la industria, incluye la inexperiencia de agricultores no profesionales para producir insumos biológicos de alta calidad en condiciones no convencionales y posiblemente no estériles12. Desde un punto de vista antropológico, me pregunté cómo podrían interactuar los insumos biológicos con las prácticas tradicionales o ancestrales, muchas de ellas eficientes y ecológicas pero continuamente desacreditadas por los "expertos" agrícolas13.

Alfredo Cortez, a Maya-Achi farmer and community leader, prepares a bio-input by boiling aromatic herbs at a biofabrica workshop. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Alfredo Cortez, agricultor Maya-Achí y líder comunitario, prepara un bioinsumo hirviendo hierbas aromáticas en un taller de biofábrica. Foto de Nathan Einbinder.

Pasaron varios años. La ACPC siguió reforzando sus programas en torno a la resiliencia climática a través de la agroforestería y la captación de agua, junto con la producción de café y las vías de acceso al mercado para sus pequeños productores. 

Mientras tanto, el tema de los bioinsumos crecía a escala regional. En un taller al que fue invitado en la cercana Chimaltenango, Cortez conoció de nuevo los productos, con una capacitación sobre su fabricación. Una vez más, escuchó el testimonio de pequeños agricultores indígenas—junto con carismáticos profesores—sobre su eficacia en la prevención de plagas y la salud del suelo.

Poco después, la Asociación Nacional del Café de Guatemala (ANACAFE) se puso en contacto con los dirigentes de ACPC para hablar de una nueva iniciativa en su región, una zona conocida como el Corredor Seco Mesoamericano14. La iniciativa se centraría en la adaptación a las graves perturbaciones climáticas, sin dejar de mejorar la calidad del café. 

Según Cortez, ANACAFE, a diferencia de tantas instituciones anteriores, comprendió la capacidad de los agricultores Maya-Achí para gestionar sus recursos—su materia orgánica—.

"Puede que [hayamos] adoptado los fertilizantes químicos hace mucho tiempo", me dijo. "Pero aún sabíamos cómo gestionar nuestros abonos y estiércoles. Nuestras prácticas ancestrales incluyen la fermentación de las plantas y el uso de recursos como la ceniza para gestionar el PH y desinfectar el suelo. Son técnicas y conocimientos que hemos mantenido...".

Tras un proceso de consulta que incluyó al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), decidieron que el proyecto se centrara en el desarrollo de capacidades en torno a los bioinsumos. Además de la ACPC habría otras dos asociaciones participantes, ubicadas en diferentes geografías del territorio.

Poco después, un académico y educador cubano llamado Iván Lenin llegó a Xesiguán para impartir la primera de una serie de capacitaciones a los agricultores y líderes locales.

Nunca pude conocer a Don Lenin, como le llamaban, ni observar sus enseñanzas. Aunque oí hablar mucho de su tiempo conviviendo con la comunidad Maya-Achí y de la admiración que muchos sentían por él.

"Nos enseñó todo sobre bioinsumos, relata Cortez. "Al mismo tiempo, reconocía nuestros conocimientos y experiencia y nos motivaba a innovar. Compartió tecnologías y ciencia a las que nunca habríamos tenido acceso".

Las formaciones tuvieron lugar a lo largo de tres años y coincidieron con la construcción de las biofábricas y los intercambios con otros grupos de toda Guatemala.

Cortez y otros líderes de ACPC aprovecharon cualquier oportunidad para aprender más sobre la nueva tecnología y crear una red. Muy pronto se les pidió que impartieran sus propias capacitaciones a otros grupos, desde su centro de Pájaro Verde.

***

El proceso dura más de lo que pensaba: desmenuzar los materiales y combinarlos con maíz molido y varios litros de melaza diluida en agua. Tampoco faltan las interrupciones: visitas de otros campesinos, largas pausas en las que me enseñan otros brebajes y manuales que les han dado, y la refacción: tortillas frescas, queso y una bebida caliente de maíz llamada atol de elote.

"Puro orgánico", dice Acuj, volviendo a llenar mi taza. "¡Puro microorganismo!"

Concluimos cargando el producto final en un tonel, ahora ligeramente adhesivo y perfumado, lo sellamos herméticamente. Durante las semanas siguientes, fermentará y se "activará", y después se utilizará para crear la 'madre líquida'. 

Salimos al sol, que es fuerte pero soportable. A lo lejos, los nubarrones se elevan rápidamente hacia el cielo. Tras más de medio año de sequía y calor sin precedentes, las lluvias han sido un regalo del cielo, dando vida al bosque y los campos y recargando la cuenca.

La evolución de la temporada de lluvias es incierta. La creciente irregularidad de la última década ha causado estragos en los cultivos. Este año, el calor extemporáneo y la prolongación de la estación seca provocaron una mortandad generalizada entre las plantas perennes, incluido el café, y paró la producción de hortalizas de estación seca.

Pero son los cambios en el calendario y la duración de la canícula, o período de sequía entre estaciones húmedas, lo que resulta especialmente perturbador. Aunque suele durar un par de semanas, en los últimos años la canícula se ha prolongado hasta dos meses, secando los campos de cultivo o milpas, la emblemática tríada mesoamericana de maíz, frijoles y calabaza: el pilar de la dieta y la cultura locales15

Un elemento clave del trabajo de resiliencia de ACPC, junto con la mejora de la salud del suelo, es intentar cambiar la producción de milpa, cultivada normalmente en laderas sin árboles y que es más vulnerable a la sequía, por la agroforestería, o una combinación poco ortodoxa de ambas.

"Cuando era niño, todo lo que veías era rastrojo", me dijo Cortez la primera vez que nos vimos. Estábamos en la ladera de una colina cercana a su parcela, mirando a la escarpada y reforestada cuenca del Xesiguán, donde sus vecinos habían ampliado sus campos de forma insostenible para cultivar maíz16

"El huracán Mitch17 arrastró toda la tierra hasta el río", explica. "Sin grandes cantidades de fertilizantes, ya no era posible cultivar milpa. Y al igual que ahora, necesitábamos alternativas...”. 

En concreto, necesitaban plantar árboles y detener los cultivos anuales intensivos en terrenos escarpados e inadecuados.

La agroforestería lleva décadas en el radar de las agencias de desarrollo como estrategia para mantener una productividad agrícola resistente al cambio climático, al tiempo que se mejora la biodiversidad18. También es una práctica ancestral conocida; aunque tradicionalmente consistía en pequeñas parcelas familiares con árboles frutales, otros árboles cosechables y hierbas medicinales. Aunque importante para la seguridad alimentaria, la agroforestería no era típica en los modelos a gran escala para la producción de alimentos19o para sustituir a la milpa

Sin embargo, según Cortez, dada la situación tras el huracán Mitch y el cambio climático, las familias estaban más abiertas a probar nuevas técnicas y cultivos. El café, típicamente cultivado a la sombra, fue una alternativa, así como la intensificación de cultivos arbóreos como la nuez de macadamia. También se popularizó la horticultura intensiva a pequeña escala, que ocupa menos espacio y mejora la seguridad alimentaria20.

Pero como en todo, se necesitaban modelos de trabajo para animar a los agricultores a adoptar y experimentar por su cuenta. Incluso entonces muchas introducciones "agroecológicas" a lo largo de los años no arraigaron, por diversas razones21.

Alfredo Cortez surrounded by organically-grown tomatoes. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Alfredo Cortez rodeado de tomates de cultivo ecológico. Foto de Nathan Einbinder.

Pájaro Verde es un ejemplo viviente: una granja familiar exitosa, tanto económica22 como ecológicamente; principalmente cultivada con café, cultivos nativos, horticultura; milpa durante la estación húmeda, y totalmente integrada con animales y estanques para acuacultura y captación de agua.

La biofábrica es la última incorporación, junto con un espacio a su alrededor para realizar pruebas y mostrar los resultados.

"Nadie cree que se puedan cultivar tomates de forma ecológica, y menos fuera de un invernadero", me dice Suarlin mientras caminamos ladera arriba hacia una parcela junto a la carretera. 

Cuando se le pregunta a qué se debe, explica que hay "demasiadas plagas", enfermedades causadas por insectos y hongos comunes durante la estación húmeda. 

"Pero aquí tenemos un ejemplo. Con bioinsumos..."

Puedo dar fe de que las plantas tienen un aspecto (y un sabor) estupendo. Cosechamos unos cuantos tomatesRomas, típicos de los cultivos comerciales- y nos los comemos allí mismo. 

Más abajo hay bastante plantas de pimiento, casi maduras; y más allá fríjoles pulcramente cultivados en pequeñas terrazas y de color verde oscuro.

"¿Y qué pasa con otros agricultores?", pregunto. "¿Están viendo esto?" 

Esta vez es William quien responde.

"Todos los que asisten a nuestros talleres lo ven, junto con el cafetal", señala a las plantas de café que hay detrás de nosotros, también sometidas a tratamientos con bioinsumos. "La gente también mira desde la carretera; todos los días recibimos visitantes que quieren saber más..."

Además, están los agricultores comerciales, o tomateros como ellos los llaman, del municipio vecino de Salama, que han estado comprando botellas de 'madre líquida' para experimentar en sustitución de los fertilizantes químicos, que se han vuelto exageradamente caros.

Sin embargo, el éxito de los ensayos aquí, como pronto aprenderé, no es tan simple como uno o dos tratamientos, como se haría con un fertilizante convencional. Es más bien el resultado de un 'paquete' o conjunto de prácticas e insumos específicos para cada cultivo y fase de crecimiento. También implica que el suelo esté "preparado para recibir" los insumos, es decir, que contenga suficiente materia orgánica, humedad, etcétera.

"Se empieza construyendo la cama nutritiva", explica Cortez, que se ha unido a nosotros con sus dos hijas pequeñas, cada una con una cesta para cosechar verduras.

Se trata de tomar el compost disponible y "activarlo" con microorganismos. A continuación, se entierra en las camas, se deja reposar y se enfría, si es necesario, antes de plantar directamente.

“Esto da todos los nutrientes y la fuerza para las plantas jóvenes", dice Cortez. "También ayuda a la germinación y a la resistencia a las plagas".

Esta cama específica contiene varias mezclas: lombricompost, bokashi, biocarbóntodas ellas introducciones relativamente nuevas, y consideradas la combinación más potente.

Explica las cualidades de cada ingrediente: el biocarbón retiene la humedad; las lombrices aportan nutrientes; y el bokashi, minerales.

Cuando se le pregunta cómo funciona el bokashi, explica que ha sido "mineralizado", con un caldo o sopa de roca triturada que aporta micronutrientes y macronutrientes específicos.

Aquí es donde los bioinsumos entran en el terreno de los "biofertilizantes" que suelen aplicarse para aumentar el rendimiento23. Los productos requieren ingredientes no locales24, que conllevan cargas económicas y ambientalesalgo que entra en conflicto con el objetivo de la autosuficiencia y cae firmemente en la lógica del productivismo

Cortez afirma que sus biofertilizantes son "superiores a los químicos", ya que los microorganismos ayudan a poner los nutrientes a disposición de los cultivos. También ayudan a "restaurar los suelos dañados, en lugar de contaminarlos". Pero el objetivo final es encontrar otras fuentes de minerales, como plantas fermentadas como el plátano, en lugar de polvos de roca importados25, que en este caso fueron proporcionados por el programa26.

A collection of microorganisms for bio-input production sits beneath a stand of bamboo. Photo provided courtesy of Nathan Einbinder.

Una colección de microorganismos para la producción de bioinsumos bajo una plantación de bambú. Foto de Nathan Einbinder.

Continuando nuestro recorrido, se alternan explicando los diferentes insumos que han utilizado y con los que han experimentado, en función de lo que creen que falta en el suelo27.

"Ha habido algo de prueba y error", dice William, mencionando cómo algunos cultivos no han respondido bien a la adición de ciertas combinaciones, o a una aplicación excesiva que provoca un efecto de "quemado". También puede haber un exceso de nitrógeno, como ocurre con la urea, el fertilizante común, o los estiércoles animales sin procesar.

En cuanto a la prevención de plagas, están convencidos de que la aplicación de grandes cantidades de microorganismos beneficiosos ha reducido los daños por enfermedades y plagas. 

Aún cuando llegan las plagaso cuando consultan a agricultores que sufren brotesutilizan M5, un bioinsumo compuesto por una docena de plantas "aromáticas", como ajo, albahaca y hierbas nativas fermentadas y aplicadas con o sin microorganismos. 

"Se trata de una práctica ancestral, innovada", dice Cortez, algo que he oído muchas veces sobre las técnicas. 

"Siempre hemos utilizado las plantas como repelentes. Pero ahora estamos 'potencializando' el recurso..."

Según Cortez y otros, el aprendizaje de los bioinsumos ha permitido profundizar en sus prácticas tradicionales; una comprensión más científica que les permite encontrar formas de utilizarlos con mayor eficacia.

En otro ejemplo, explica cómo "[los] abuelos siempre recogían hojarasca del bosque y la dejaban por sus campos. Hacían lo mismo que nosotros, pero no entendían cómo funcionaba. Ahora nosotros sí. Y al innovar el recurso"multiplicando los microorganismos por fermentación"necesitamos una cantidad mucho menor que ellos, con mayor impacto."

Este último punto se refiere directamente al contexto actual: menos bosque y más sequía, parcelas familiares de menor tamaño, poblaciones más numerosas. Todos estos factores contribuyen a que se perciba la necesidad de fertilizantes químicos28 y la incompatibilidad de las prácticas ancestrales, dado que dependen de la materia orgánica, del conocimiento de cómo utilizarla y del trabajo manual (que requiere mucho tiempo y es caro).

Es fácil entender su entusiasmo por la nueva tecnología: no sólo tiene el potencial de competir con los productos agroquímicos, sino que también fomenta una "revalorización", como dice Cortez, de las riquezas naturales de la zona y su capacidad para mejorar la producción agrícola, un fundamento clave del trabajo de la ACPC.

Sus argumentos son convincentes, y las pruebas en los cultivos, a pesar de que los procesos son más complicados de lo que cabría pensar, están a la vista.

Sin embargo, aún están por ver los efectos de sus esfuerzos por extender al gran público sus conocimientos y su pasión por los bioinsumos. ¿Hasta qué punto estarán dispuestos los agricultores a abandonar o reducir en gran medida el hábito de comprar insumos
químicos, como han hecho durante décadas, por algo misterioso y aún no totalmente probado, con el potencial de necesitar más mano de obra y acceso a los recursos? Si esta ampliación y popularización tienen éxito, ¿cómo se adaptará la tecnología a los nuevos contextos? ¿Será tan eficaz para los nuevos profesionales como para sus proponentes actuales?

Alfredo Cortez and ACPC member in her organic milpa. Photo courtesy of Nathan Einbinder.

Alfredo Cortez y miembro de la ACPC en su milpa orgánica. Foto de Nathan Einbinder.

Llevo semanas hablando con agricultores para hacerme una idea de cómo podrían adoptarlas y por qué. ¿Están motivados únicamente por la productividad, como en el caso de los fertilizantes? ¿O se trata de algo más profundo, de un anhelo ancestral de volver a conectar con la naturaleza, como insinúan Cortez y sus colaboradores? Además, tengo curiosidad por saber qué nos puede decir la experiencia sobre el panorama de la agricultura indígena: su relación (y a menudo enfrentamiento) con la modernidad y con formas más "naturales" de producir alimentos.

A través de Cortez y Acuj, conozco a diversos miembros de la ACPC29; mujeres y hombres, jóvenes y mayores, cada uno con necesidades, limitaciones y puntos fuertes diferentes. 

Me encuentro con pequeñas agricultoras como Doña Rosa, de la aldea de Tablón, cuyo interés por los bioinsumos, me dice, se debe al "deseo de recuperar el pasado. Cuando no usábamos productos químicos...".

Activa en ACPC desde hace años Doña Rosa asistió a talleres de bioinsumos y dirige un grupo de diecisiete mujeres que se reúnen una vez a la semana para fabricar MM sólido, para alimentos para pollos30 y 'líquida' para sus cultivos a granel.

"Este es un método de extensión", explica Cortez. "Doña Rosa ha recibido formación y ahora enseña a otros y facilita el grupo". 

Lo próximo que espera es otra biofábrica aquí, "en puntos estratégicos de toda la cuenca", algo totalmente supeditado a recibir más ayudas para proyectos.

Bebiendo atol fresco Doña Rosa nos muestra sus barriles casi vacíos tras distribuir los productos entre su grupo. Necesitan más materiales, afirmamás recipientes para fermentar y melazaque al principio les regalaba el programa, pero que ahora son responsabilidad suya.

"Hay mucha demanda", dice. "Pero sin pisto", o dinero, dicho coloquialmente, “no podemos conseguir mucho.”

Después de ver su huerto y su parcela agroforestal -pequeña pero diversa, situada en un antiguo maizal empinado-, caminamos por un sendero hasta el lugar donde ella y otros miembros de su grupo plantan su milpa.

En el calor húmedo de la tarde, nos encontramos con Doña Margarita, una mujer de unos sesenta años vestida con un colorido huipil tradicional que limpia su parcela con una azada. Al vernos, sonríe e inmediatamente empieza a hablar con Cortez y Acuj en Achí.

"Este año no usa fertilizantes", me dice Acuj, "sólo microorganismos".

Los cultivos, aún jóvenes, parecen sanos, sobre todo la calabaza, que cubre el suelo de gruesas hojas verdes. También observo otras hierbas: el amaranto silvestre, bledo, y el macuy31, una planta nutritiva de la familia de los tomates indicadora de un suelo sano y en muchos casos, abono natural. 

Le pregunto si ha aplicado estiércol de gallina y recibo un gesto de asentimiento. 

"¿Y semillas nativas?" 

"Por supuesto..."

Acuj explica que se trata de una prueba; normalmente utilizan pequeñas cantidades de fertilizante químico en momentos concretos. Pero este año sólo usará bioinsumos.

Cortez camina ladera abajo e inspecciona un pulverizador apoyado contra un árbol: una mochila de plástico con una bomba manual, presente entre los cultivadores de milpa y a menudo regalada por las instituciones. La coge y empieza a rociar las plantas. "MM", dice, muy satisfecho.

Cuando le pregunto a Doña Margarita por qué se ha cambiado a los bioinsumos en lugar de seguir con su rutina habitual, afirma que es por el coste.

"No hay pisto", dice. "Pero gracias a Dios que don Alfredo nos enseñó. Las plantas se ven igual que con los químicos. Pero ya veremos, a la hora de la cosecha...".

La conversación gira entonces en torno a Don Francisco, otro agricultor de La Cumbre, en lo alto de la cuenca, cuya milpa se ha convertido en fuente de debate tras una reciente visita de los miembros de la ACPC. 

"No se creen que sea orgánico", dice Acuj, levantando el móvil para que pueda ver la foto: un mar de maíz de dos metros de altura, con fríjoles trepando por los tallos y pinos maduros intercalados.

Cortez explica que aún hay mucho escepticismo sobre lo que pueden hacer los bioinsumos. "Necesitamos más pruebas", afirma. "Más ejemplos como el de Francisco...". 

De momento, se centran en aumentar la producción de MMA junto con biofertilizantes mineralizados, para distribuirlos entre los socios y probarlos este año.

Esta es otra metodología, dice Cortez, tomada de la Revolución Verde. "Debemos preguntarnos: ¿qué la hizo tan exitosa? ¿qué funcionó para enganchar a la gente? Queremos ofrecer muestras y construir más campos de experimentación, como hicieron ellos. Así, podremos superarles".

Pero está claro que no basta con regalar. En nuestra siguiente visita a Doña Mercedes, caficultora, nos encontramos con unos tarros de bioinsumos sin usar en una estantería, que según ella fueron donados por otro grupo sin instrucciones. También visitamos brevemente otra biofábrica que parece abandonada en su mayor parte.

"Aquí se impusieron las tecnologías, no se pidieron", explica Acuj. Al parecer, las biofábricas están vacías en todo el país, donde los programas han carecido de métodos adecuados de consulta y enseñanza. La situación trae a la memoria las innumerables introducciones y programas anteriores que han fracasado en el territorio por razones similares, junto con las críticas sobre los bioinsumos (incluida la nuestra32) como una tecnología innecesaria en una región inundada de prácticas y conocimientos tradicionales infravalorados. 

Los promotores de Cortez y ACPC insisten en la importancia del acompañamiento y de paquetes a medida que respondan a las necesidades y capacidades de cada productor. Así como una reflexión constante sobre la tecnología y su papel en su trabajo.

"La tecnología es genial", recuerdo que expuso Cortés a un grupo de agricultores no hace mucho. "Pero siempre hay que cuestionarse su objetivo. ¿Es para beneficiar a los productores y al medio ambiente? ¿O para crear más consumidores y para la industria?"

En una opinión similar, Yolanda, una joven dirigente de ACPC a la que visitamos, afirma que la tecnología es necesaria en el actual contexto de crisis interrelacionadas. Sin embargo, son los agricultores quienes deben controlar lo que adoptan y cómo se utiliza.

"Un ejemplo,” dice ella, “son los invernaderos. Es una tecnología que nos ha ayudado mucho a las mujeres, y es compatible con nuestras prácticas ancestrales. Nos ha ayudado a seguir cultivando nuestras cosechas y semillas autóctonas en condiciones diferentes."

Al igual que otras investigaciones que he realizado en el territorio, en las que se analizan los factores que impulsan y los obstáculos a la agroecología33, un factor unificador entre la mayoría de los agricultores con los que hablo es su percepción de la crisis y el deseo de nuevas ideas que les ayuden a recuperar su viabilidad como productores - el suelo.

Sin embargo, siempre hay valores atípicos, que a menudo adquieren la misma importancia para comprender el contexto y provocar cambios significativos.

Don Francisco es un buen ejemplo. Visitamos su casa una tarde, tras un fuerte aguacero. Situados a veinte minutos a pie de la carretera más cercana, él y su familia ocupan toda una ladera, muy empinada en algunos puntos, en su mayor parte boscosa y orientada al norte.

Recibidos por su esposa, Esmeralda, que nos ofrece frescoun jugo frío hecho con maracuyános reciben Francisco y su hijo, que suben corriendo la montaña.

Con casi sesenta años, Don Francisco es joven en apariencia y energía, y apasionado por lo que ha conseguido. "¡Cien por ciento orgánico!", exclama, mientras nos lleva a través de su milpa y se detiene intermitentemente para mostrarnos las gruesas hojas y tallos, el suelo rico y oscuro y, a menudo, las diferentes aves que vuelan por encima.

No menciona la crisis ni el aumento de los costes. Para él, los bioinsumos tienen poco que ver con la solución de un problema, sino que complementan su sistema agrícola general, su amor por la naturaleza y su entusiasmo por trabajar la tierra. Esto les ha permitido a él y a su familia aprovechar al máximo su base de recursos, que ya utilizaban: muchos animales, tanto salvajes como domésticos, bosques y agua.

"Siempre ha sido un agricultor de éxito", comenta Cortez. "Es innovador con el compostaje y la producción de miel (de abejas silvestres). Trabaja día y noche para proteger el suelo y diversificar. Pero también utiliza productos químicos cuando es necesario34. Con los bioinsumos, puede ser más autosuficiente. Y profundizar su conexión con la Madre Tierra".

Nuestro recorrido, que incluye varios estanques excavados a mano, termina en la recién terminada biofábrica, una pequeña construcción ayudada por ACPC para potenciar sus esfuerzos y establecer otro lugar de aprendizaje comunitario.

Parecido a Francisco en su dedicación a la tierra y su espíritu de conectar con ella y vivir de ella es otro miembro de la ACPC llamado Rony Chen, quien, junto con su esposa Sara, ha conseguido reforestar una ladera que en el clima actual parecería sólo apta para cactus y arbustos secos.

La granja familiar de Chen, situada en el fondo del valle, en una zona cada vez más expuesta a los incendios forestales (que hace poco quemaron una parte considerable de su granja) y a la escasez de agua, es una obra de amor, un lugar de experimentación, trabajo y regeneración espiritual, además de un medio de vida práctico, sin necesidad de migrar.

Don Francisco stands in his milpa. Photo provided by Nathan Einbinder.

Don Francisco de pie en su milpa. Foto por Nathan Einbinder.

"Hemos plantado tres mil árboles hasta ahora", dice, caminando por su propiedad como hemos hecho muchas veces antes, deteniéndonos en los sitios donde se han hecho avances: nuevas terrazas y cultivos, estanques, pozos de compostaje. Cuando le preguntamos por qué lo hace, por qué sacrifican tanto por una tierra tan dura e implacable, se encoge de hombros. "Amo la naturaleza", dice, no sin emoción. "Y debemos restaurarla, para sobrevivir".

Pero la restauración de la que habla no se limita a la ecología. Chen, de 47 años, lamenta la erosión de los valores ancestrales, por ejemplo, el trabajo comunal y la autosuficiencia, que muchos en la comunidad han cambiado por la tecnología rápida, el consumismo y el "sueño americano." 

Crítico con el desarrollo, culpa a los programas gubernamentales y de las ONG de "romper nuestra forma de producir sin productos químicos". Esto incluye la promoción de semillas híbridas35 y pesticidaslos llamados 'paquetes tecnológicos'que se siguen "regalando en nombre de la adaptación climática.”

Haciéndose eco de Cortez, Chen afirma que han perdido el "arte de ser campesino", que incluye la experimentación constante, la ingenuidad y el amor.

Sin embargo, a pesar de su escepticismo ante todo lo importado y lo llamado moderno, no se opone a los bioinsumos. Más bien al contrario.

"Hemos perdido el equilibrio", dice, un sentimiento común entre muchos agricultores con los que hablo. "Ciertas tecnologías beneficiarán nuestra capacidad de recuperar principios: cultivar nuestros propios alimentos sin productos químicos, semillas, identidad, lenguaje; conectar y restaurar la naturaleza... Los bioinsumos son un canal de transición".

Cuando se le pregunta cómo podrían conseguirlo los nuevos productos y prácticas, afirma que "los bioinsumos aumentan nuestra autonomía: una amenaza para el gobierno y las corporaciones. Pero el truco está en innovar la naturalezaesto es defensa territorialtener control sobre todos nuestros recursos primarios."

En cuanto a la adopción a mayor escala, vuelve a su cinismo: "Lo ancestral ha perdido su credibilidad. 'La fábrica'" es una forma de adaptarse a los tiempos, para bien o para mal: para atraer a gente vendida al modelo industrial. Es un primer paso: hacia atrás y hacia adelante".

"¿Y tú?" pregunto. "¿Usas los productos?"

Sonríe con reticencia, como suele hacer cuando le hago una pregunta, pero enseguida se pone serio.

"Lo estoy planeando. Voy a las capacitaciones. Aunque no quiero comprar nada. Me lo haré yo mismo."

***

Ya es tarde, casi de noche, cuando regresamos a Pájaro Verde. Sentados tomando un último café, reflexionamos sobre los días pasados. Nuestras visitas han demostrado que existe un interés innegable por las tecnologías y perspectivas de múltiples beneficios. Sin embargo, aún quedan muchas preguntas.

¿Qué nos deparará el futuro, con el apoyo institucional a punto de terminar este año, lo que deja a la ACPC sin fondos para ampliar el programa? ¿Y cómo acabará la temporada, tanto en lo que respecta a la canícula u otras posibles perturbaciones meteorológicas, como para los agricultores que esperan resultados inmediatos en sus milpas?

Y una cuestión aún más amplia, que espero abordar en los próximos años: ¿Pueden los bioinsumos, incluso en el mejor de los casos, mejorar realmente la viabilidad de los agricultores indígenas y su autonomía, invirtiendo las tendencias negativas de la migración, la dependencia de los alimentos industriales, la desertificación, etcétera?

Grandes preguntas, aunque no por ello menos importantes, incluso a estas horas del día. Eternamente optimista, Cortez sabe que pase lo que pase con el programa, este año o el próximo, su lucha continuará, y saldrán adelante.

"Se trata de trabajar con lo que tenemos: eso es la agroecología", afirma una y otra vez. "Conocer y aprovechar al máximo lo que tenemos a mano. Ancestral es saber que somos parte de la naturaleza. Que podemos hacer cualquier cosa a partir de supuestamente nada. Luchamos por esto; recuperando nuestros valores y principios, y tendremos éxito."

  1. Los Maya-Achí son uno de los 23 grupos lingüísticos en Guatemala, con una población de aproximadamente 75,000 personas. Ubicados en el centro del país, en el departamento de Baja Verapaz, su territorio es montañoso y predominantemente rural, dividido en tres municipios: Rabinal, el más grande e importante políticamente; San Miguel Chicaj y Cubulco. Reconocidos como la "capital folclórica" de Guatemala por mantener rituales prehispánicos y variedades nativas de cultivos, los maya-achí también son conocidos por la extrema violencia que sufrió su territorio a principios de la década de 1980 durante el Conflicto Interno, cuando casi el 25% de la población fue exterminada por el ejército y grupos paramilitares (ver CEH 1999; Einbinder 2017).
  2. Los insumos biológicos se han convertido en una parte integral de la agricultura orgánica en muchas partes del mundo, principalmente en el Sur Global. Por ejemplo, en India, el movimiento de Agricultura Natural cuenta con casi un millón de pequeños agricultores que utilizan inoculantes microbianos para reducir la dependencia de insumos industriales y fomentar su soberanía (Khadse et al., 2017). En Brasil, los insumos biológicos se producen a gran escala y son adoptados tanto por agricultores comerciales como por pequeños productores (Goulet, 2023).
  3. Numerosos informes detallan el aumento del precio de los insumos sintéticos y su impacto en los costos de los alimentos y la inseguridad alimentaria. Aquí hay uno del Banco Mundial: https://blogs.worldbank.org/en/latinamerica/plant-fork-rapid-assessment-fertilizer-and-food-crisis-central-america
  4. https://www.prensalibre.com/guatemala/comunitario/nos-estamos-aventurando-a-sembrar-agricultores-luchan-contra-el-clima-y-el-precio-de-los-fertilizantes/
  5. Los problemas de viabilidad de la agricultura a pequeña escala o "campesina" en el mundo "en desarrollo" son de larga data y se están intensificando. Estos incluyen: acceso a la tierra y otros recursos, persecución de comunidades indígenas y agricultores por parte del Estado y terratenientes adinerados, políticas comerciales desfavorables y migración, así como la reciente afluencia de alimentos procesados baratos, que afectan negativamente los sistemas alimentarios locales (Copeland, 2018; Loker, 1996).
  6. La ACPC es una de varias asociaciones indígenas en la región que se centran en la agricultura, la soberanía alimentaria y de semillas, y la organización en torno a problemas campesinos. Con aproximadamente 500 miembros familiares, ubicados principalmente en la cuenca del río Xesiguan, el trabajo de ACPC se centra en fortalecer la resiliencia frente al cambio climático mediante la reforestación y la gestión del agua y el suelo, desarrollando y ampliando prácticas agroecológicas (ver Einbinder & Morales, 2020).
  7. Ver Goulet (2023); Goulet et al. (2024); Crespo & Frank (2022); Villalba-Eguiluz et al. (2023); Chávez-Díaz et al. (2020).
  8. Goulet, Poveda, y Odjo (2024)
  9. Otros estudios demuestran resultados positivos similares con resistencia a la roya y el uso de insumos biológicos (ver Putnam & Gliessman, 2015).
  10. Hace referencia específicamente al regalo de semillas no locales y paquetes de insumos sintéticos que deben comprarse año tras año (ver Bakal & Einbinder, 2024).
  11. Ver Pretty et al. (2018).
  12. Ver Goulet et al. (2024).
  13. Ver Morales & Perfecto (2000).
  14. El Corredor Seco, que se extiende desde el norte de Nicaragua hasta el sur de México, es identificado como una de las regiones más vulnerables del planeta al cambio climático (WFP, 2023).
  15. Existen innumerables estudios sobre la milpa, sus características agroecológicas y su importancia en la identidad local y la soberanía alimentaria (ver: Isakson, 2009).
  16. La expansión de la frontera agrícola es un tema complejo, a menudo se culpa a los pequeños agricultores y al crecimiento de sus poblaciones. Sin embargo, como señala Alonso-Fradejas (2012), existen muchos otros factores involucrados, como la desigualdad en la distribución de la tierra y el desplazamiento continuo de pequeños agricultores por proyectos de desarrollo como represas hidroeléctricas, minería y el cultivo de palma africana o caña de azúcar.
  17. Una mega tormenta caribeña que tocó tierra en octubre de 1998.
  18. Ver Perfecto, Vandermeer & Wright (2009).
  19. Esto puede ser debatible, dependiendo de qué tan atrás se observe en las prácticas agrícolas históricas. Se han escuchado historias que afirman que la consumición de milpa y maíz era mucho menor en el pasado, con un mayor consumo de cultivos semi-silvestres y otras prácticas adecuadas a paisajes boscosos, también conocidas como jardines forestales.
  20. La ACPC se encuentra entre varias organizaciones indígenas, como Qachuu Aloom y Voces y Manos, que trabajan en el desarrollo agroecológico en el territorio maya-achí (ver Bakal & Einbinder, 2024).
  21. Un ejemplo de esto son los programas de abonos verdes de las décadas de 1970 a 1990. Aunque se consideraban una solución para reducir la dependencia de fertilizantes (añaden nitrógeno y materia orgánica al suelo), estos abonos verdes nunca fueron adoptados a largo plazo en muchas áreas, incluido el territorio maya-achí. Las razones son complejas e incluyen la incompatibilidad con el contexto local y los sistemas de conocimiento, así como métodos de enseñanza paternalistas (ver Einbinder et al., 2022; Neill & Lee, 2001).
  22. Para información específica sobre la producción, rentabilidad y resiliencia de la finca de Cortez, ver Escalón (2019).
  23. El mercado de fertilizantes orgánicos ha crecido significativamente en los últimos años, impulsado por la corporativización y el financiamiento de programas de desarrollo como USAID. En Guatemala, los biofertilizantes se producen y comercializan de forma masiva, aunque están más orientados a cultivos de exportación como el brócoli.
  24. Se podría argumentar que la melaza tampoco es local, ya que se debe comprar en el mercado de Rabinal, donde se vende a menos de un dólar estadounidense por litro (cuando está líquida). Sin embargo, esto sigue representando una barrera económica para algunos agricultores que desean costos de insumos nulos.
  25. Entre otros enfoques, como la agricultura biodinámica, se pueden extraer minerales de huesos y otros materiales no mineros. Esta teoría se remonta a la agricultura natural coreana y japonesa, aunque también se practica ancestralmente en la región.
  26. Según sus cálculos, los insumos mineralizados siguen siendo mucho más baratos que los paquetes de insumos químicos: 390 quetzales (50 USD) frente a 2000 Q (260 USD) por acre de milpa.
  27. Esto se analiza comúnmente a simple vista utilizando conocimientos tradicionales, aunque también se han realizado pruebas de suelo con la ayuda de patrocinadores del programa.
  28. Los fertilizantes químicos no fueron promovidos inicialmente en el territorio por empresas o gobiernos extranjeros, como muchos suponen, sino por organizaciones progresistas católicas y pro-campesinas que pretendían impulsar la producción de maíz para dar más autonomía a los campesinos pobres con parcelas cada vez más pequeñas y frenar las migraciones laborales estacionales. Curiosamente, muchos líderes actuales de la agroecología, incluido Cortez, son hijos e hijas de líderes del pasado (muchos de ellos asesinados) que promovieron la importación y adopción de fertilizantes.
  29. Según Cortez, alrededor de 60 familias utilizan activamente bioinsumos gracias al programa, y muchas más están interesadas en experimentar.
  30. Algunas de las convicciones más firmes sobre los beneficios de los microorganismos fermentados se refieren a su uso entre los animales, especialmente las aves de corral, tradicionalmente gestionadas por mujeres. El componente sólido se combina con alimento casero, o el líquido se añade al agua. Se dice que el efecto incluye menos enfermedades y olores nocivos, y animales más fuertes y de crecimiento más rápido. También se habla de reducir o eliminar las inyecciones de antibióticos y las vacunas. La lógica es la misma que la del consumo humano de productos fermentados como el yogur o los suplementos macrobióticos, que refuerzan el sistema inmunitario y contribuyen a mejorar la salud intestinal.
  31. Solanum americanum
  32. Ver Einbinder & Morales (2019).
  33. Einbinder et al. (2019).
  34. En esta región, de elevada altitud, excesivamente húmeda y predominantemente boscosa, se conocen deficiencias del suelo, como la falta de potasio, que dificultan la agricultura.
  35. Aunque las semillas híbridas pueden superar en producción a los cultivos nativos en condiciones óptimas, suelen ser estériles, lo que obliga a comprarlas cada año y requieren pesticidas.

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